Te corto el consumo por jetón
lunes, octubre 31, 2005
  Cafetín de Buenos Aires
Hay un Sr. en la dependencia de Anses de la Av. Córdoba antes de ennuevejulizarse, que vende café. Este simpático personaje ciudadano, no sólo ofrece su imprescindible brebaje, sino que además le abre la puerta a las sras. mayores (casi todas coetáneas. A mí no me la abrió. La puerta.) y hasta brinda un cierto margen de información a quienes lo solicitaren (dentro de sus posibilidades, claro está). Lo cierto es que osé probar uno de sus tan ofrecidos cafés. Claro. En mi subconsciente quedó la imagen del Sr. que pasaba con el carrito en el trabajo de mi mamá, ofreciendo café, alfajores, facturas y demás. Dada mi escasa edad, de café ni hablar (serios problemas tenían mis padres para haceerme bajar un cambio, como para que la nena se diera con estimulantes desde tan temprano).
Oh sorpresa la mía cuando, café en mano, lo aproximé a la zona de mi hocico (nariz-boca) y descubrí un persistente olor a perro mojado.
Junté coraje y recuerdos felices con mi perra Pili, con Tania y con Enya y me entregué a la vuelta a la infancia. Aquí es donde sucede la segunda sopresa de la narradora (en este texto soy mujer). Pasado el momento olfativo, el paso gustativo descubrióme un bucólico dulzor digno del mago de Oz. Digno del país de chocolate de Homero Simpson. Digno de cualquier cosa que empalague y mucho. Podría apostar a que si introducimos una cucharita en aquél café, la misma se sostiene en estado puramente vertical, debido a la concentración de azúcar resultante de esa sobresaturada concentración.
Tan amargo fue el trago que tuve que cambiarle el número a una Sra. (mayor, que se quejaba) para poder terminar con él. Con el café. El Sr. continuó vendiendo (u ofreciendo) cafés por doquier, hasta donde yo sé.
 
lunes, octubre 10, 2005
  Nobleza (gaucha) obliga
Hay un lugar en donde la ensalada de frutas hace más honor a su nombre que lo que estamos acostumbrados. Es en el kiosko que hay en la calle Viamonte, antes de llegar a Talcahuano, y que es atendido por un señor de lo más simpático, cuyo nombre después de casi dos años aún no sé. Él la ofrece orgulloso a cada nuevo cliente. Y tiene motivos para tener incólumes fanáticos fijos. Vean, que en esta ensalada de frutas no sólo habitan naranjas y manzanas (estas últimas desaparecen primero en mis fauces por mi burdo sistema de negación hacia las cosas que no me gustan), sino que además se puede topar uno con un pedacito de mandarina, o de pera, otro de durazno (sí, en almíbar, pero garantizadamente dulce), rueditas de banana, gajitos de frutilla y finalmente la cuota asegurada de tres partecitas de kiwi por pote.
Mi ruta comienza por la manzana, como ya he dicho. A la que le siguen la combinación de naranja con durazno, pera o mandarina. Giro a la derecha con el kiwi y estaciono con bocaditos de frutilla y banana a la vez. Por último, me zambullo en el juguito restante, ora artificial, ora producto de la maceración.
 
Hay comerciantes que realmente no tienen ganas de vendernos, y por eso nos atienden con cara de upite, mal, dan servicios del ocote, o hacen del trámite consumista un averno. He aquí mis opnioines de Pitufo gruñón.

Archivos
diciembre 2003 / febrero 2004 / marzo 2004 / abril 2005 / junio 2005 / julio 2005 / septiembre 2005 / octubre 2005 / diciembre 2005 / enero 2006 / abril 2006 / mayo 2008 / diciembre 2012 /


Powered by Blogger

Suscribirse a
Entradas [Atom]