Te corto el consumo por jetón
miércoles, diciembre 05, 2012
  El Gourmet Empernadas
—Hola, te quiero pedir delivery y te pago con Club La Nación.
—Esperá que pregunto— mumble lejano —No, las promos sólo personalmente.
—Bueno, te pido y paso a buscarlas.

Camino 8 cuadras.

—Hola, tengo un pedido a mi nombre. Entiendo que tienen Club La Nación.
—Ehmm... no. Nos llegó hoy pero todavía no lo autorizaron.

$$$

Camino 8 cuadras con humo negro en la cabeza.

Gracias, El Gourmet Empanadas.

Nota de color: la página web sólo permite pedir en las sucursales Flores y Palermo (de las varias que tienen). En la sección sucursales, dice "LA SUCURSAL FLORES NO PERTENECE MÁS A NUESTRA CADENA"

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martes, mayo 27, 2008
  Gogy, firme junto al pueblo
El restaurant Gogy es una verdadera incógnita. Algunos de sus platos son monstruosos y se los paga a un precio más que razonable. Otros, son carísimos, chicos y deplorables. El tamaño de las porciones de su menú del día suele depender de la cantidad de comensales que lo soliciten (a veces, llegan a la mesa 3 trozos de milanesas que, convenientemente ligados, permiten reconstruir la milanga primigenia de la cual fueron creados - algo así como una pangaea alimenticia). Pero el caso más inexplicable es el del "Gran Postre Gogy".

Esta maravilla cotiza $1 más caro que todo el menú ejecutivo (servicio de mesa, plato principal, bebida y postre) y se presenta como una onírica combinación de manjares "para dos personas": base de bizcochuelo de vainilla, flan, crema, helado, dulce de leche natural, merengue, muffins, pasta de oreo y salsa de chocolate. Quien sea que no lo haya pedido, sepa que no conoce el verdadero significado de la palabra "decepción".

Vayamos por partes. La frase "base de..." le da a uno la impresión de que el postre tiene alguna clase de montaje o ensamble, ¿verdad? ¡Ni en pedo! El gran postre Gogy (que no es "gran" y apenitas si es "postre") trae todos sus ingredientes dispersos anárquicamente en un plato. De ahí en adelante, todo empeora.

La "base" de bizcochuelo es insípida y tiene la consistencia de la melamina. El flan es de chocolate o vainilla según el día (¿?) y es elaborado a base de polvo Royal. Su forma (la del flan, se entiende) es indescifrable e indescriptible, a tal punto que resulta imposible imaginar un molde capaz de haber generado semejante desastre. La salsa de chocolate sabe a nada, pero se adhiere ferozmente a los dientes y paladar por un lapso mínimo de 48 horas (quizás más; fui a un dentista para que me la sacara, cosa que logró tras un par de horas de torno). El dulce de leche repostero tiene consistencia sospechosamente gelatinosa, y no desentona (cosa que en este caso no es una virtud). El merengue (1) es aceptable, y también el muffin (1), aunque si un comensal asevera que en el supermercado Día se consiguen 24 merengues y 8 muffins a $4 sus prestaciones se deslucen sensiblemente. A la crema, por suerte, olvidaron agregarla.

Para el final, la pasta de Oreo. ¿Hay alguien que no haya probado una de esas galletitas? Podremos discutir si son las más ricas, las más dietéticas o las menos cancerígenas, pero hay un acuerdo generalizado en torno a que son más o menos comestibles, tanto en sus capas como en el relleno cremoso. ¡Pero en Gogy no lo son! La pasta "de Oreo" es blancuzca, salpicada con puntos negros duros y desabridos, quizás aderezada con un par de gotitas de esencia de bilis. Es lo que se hubiera podido obtener si se licuaba espuma de afeitar mentolada con media piedra pómez. El cocinero, por las dudas, la salpica generosamente con la ya citada salsa de chocolate, para advertir a los tozudos.

Aún así, hay que pedirlo al menos una vez en la vida. ¿Qué es lo bueno de este postre? ¡Genera mucha solidaridad! Los dos comensales se ofrecerán mutuamente todos los ingredientes, en un fecundo intercambio de explícitos "por favor, terminalo vos!", "nooo, faltaba más!". Mientras, los compañeros de mesa nutrirán el espíritu de cuerpo consolando a los valientes que se atrevieron a exprimir sus monederos en haras de vanas promesas de felicidad por superposición de azúcares simples.

¿Quieren una muestra de la veracidad de este post? Chequeen el link del restaurant: http:\\www.nuevogogy3parrilla.entuguia.com.ar.

(Sólo el nombre del link, quiero decir; esa página no ha abierto jamás).
 
miércoles, abril 05, 2006
  Consecuencias
El Garombol y el Refrianex tienen el mismo efecto. Me tomé uno de los últimos, y todo me chupa un huevo!
 
martes, enero 24, 2006
  Ud. es el culpable
At. Sres. Cocinero.
A quien corresponda:


A través de la presente quisiera comunicarles mi desconnntento al notar que la nueva serie de vinagres "Finas Hierbas", presentados en una lata ad hoc, viene en envase de plástico.
Ya no hay glamour, no hay!
 
domingo, diciembre 04, 2005
 
Extraño la ensalada de frutas del kiosco de Viamonte y Talcahuano. Ninguna otra podrá acercarse a su nivel!
 
  Bono Cobrás
POr qué siempre que leo los "Términos y condiciones" de uso de algún banco me parece que falta una cláusula que diga:

"La institución se reserva el derecho de cagar al Cliente cuando lo desee y éste último renuncia a toda posibilidad de pataleo, lloriqueo y/o arrojamiento de elementos contundentes contra la/las sucursal/es"
?
 
lunes, octubre 31, 2005
  Cafetín de Buenos Aires
Hay un Sr. en la dependencia de Anses de la Av. Córdoba antes de ennuevejulizarse, que vende café. Este simpático personaje ciudadano, no sólo ofrece su imprescindible brebaje, sino que además le abre la puerta a las sras. mayores (casi todas coetáneas. A mí no me la abrió. La puerta.) y hasta brinda un cierto margen de información a quienes lo solicitaren (dentro de sus posibilidades, claro está). Lo cierto es que osé probar uno de sus tan ofrecidos cafés. Claro. En mi subconsciente quedó la imagen del Sr. que pasaba con el carrito en el trabajo de mi mamá, ofreciendo café, alfajores, facturas y demás. Dada mi escasa edad, de café ni hablar (serios problemas tenían mis padres para haceerme bajar un cambio, como para que la nena se diera con estimulantes desde tan temprano).
Oh sorpresa la mía cuando, café en mano, lo aproximé a la zona de mi hocico (nariz-boca) y descubrí un persistente olor a perro mojado.
Junté coraje y recuerdos felices con mi perra Pili, con Tania y con Enya y me entregué a la vuelta a la infancia. Aquí es donde sucede la segunda sopresa de la narradora (en este texto soy mujer). Pasado el momento olfativo, el paso gustativo descubrióme un bucólico dulzor digno del mago de Oz. Digno del país de chocolate de Homero Simpson. Digno de cualquier cosa que empalague y mucho. Podría apostar a que si introducimos una cucharita en aquél café, la misma se sostiene en estado puramente vertical, debido a la concentración de azúcar resultante de esa sobresaturada concentración.
Tan amargo fue el trago que tuve que cambiarle el número a una Sra. (mayor, que se quejaba) para poder terminar con él. Con el café. El Sr. continuó vendiendo (u ofreciendo) cafés por doquier, hasta donde yo sé.
 
lunes, octubre 10, 2005
  Nobleza (gaucha) obliga
Hay un lugar en donde la ensalada de frutas hace más honor a su nombre que lo que estamos acostumbrados. Es en el kiosko que hay en la calle Viamonte, antes de llegar a Talcahuano, y que es atendido por un señor de lo más simpático, cuyo nombre después de casi dos años aún no sé. Él la ofrece orgulloso a cada nuevo cliente. Y tiene motivos para tener incólumes fanáticos fijos. Vean, que en esta ensalada de frutas no sólo habitan naranjas y manzanas (estas últimas desaparecen primero en mis fauces por mi burdo sistema de negación hacia las cosas que no me gustan), sino que además se puede topar uno con un pedacito de mandarina, o de pera, otro de durazno (sí, en almíbar, pero garantizadamente dulce), rueditas de banana, gajitos de frutilla y finalmente la cuota asegurada de tres partecitas de kiwi por pote.
Mi ruta comienza por la manzana, como ya he dicho. A la que le siguen la combinación de naranja con durazno, pera o mandarina. Giro a la derecha con el kiwi y estaciono con bocaditos de frutilla y banana a la vez. Por último, me zambullo en el juguito restante, ora artificial, ora producto de la maceración.
 
Hay comerciantes que realmente no tienen ganas de vendernos, y por eso nos atienden con cara de upite, mal, dan servicios del ocote, o hacen del trámite consumista un averno. He aquí mis opnioines de Pitufo gruñón.

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